viernes, 16 de marzo de 2018

LA ARAÑA






Las paredes son pañuelos fieros
que me aprietan en los vértices
donde soy carne de sueños,
curanderos y druidas, hélices
que vuelven a dispararme hacia arriba.
Razones escribas y eruditas
en su procesión marcada a fuego,
en un pasado saldado de paredones,
los años se han contado de más
en los versos magos y los perdones.
Concentrado en la tarde de las mil mirillas,
portón veterano de la entrada
al purgatorio de los que vivimos
contando los ungüentos de las heridas.
Vengo cargado de poemas y picas
en los olvidos más carniceros,
no quedan colinas sin mis banderas,
mis silencios o mis astillas,
soporto las purgas de los vuelos más altos,
mírame, sigo siendo el francotirador
que apuntaba al alba, buenos y malos,
nada escapó de mis tintas,
latidos de madrugada,
bailes con brujas,
polvos con hadas.
Estrangulando gallos para que no cantaran,
retorno al sillón que me hizo célebre,
en las partidas donde vuelvo a ser la banca,
en las pupilas donde detrás vive una araña.




William Adon F.

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